Para los que nacimos sin el gadget bajo el brazo, recordamos este libro de Rius, que viene mucho al caso con la polémica de ayer en el Súper Bowl.
El siempre esperado espectáculo de medio tiempo estuvo a cargo de Rihanna, una artista exitosa, polifacética, muy inteligente y excelente empresaria, que ha sabido sobresalir y mantenerse en un mundo plagado de estrellas fugaces.
Y ayer seguro que impactó.
Seguramente ya todos vimos los comentarios que lamentan que su espectáculo haya quedado en segundo plano y que la audiencia sólo estuvimos echando volados y haciendo apuestas sobre si estaba embarazada o simplemente seguía recuperándose del primer bebé (traté de decirlo lo más amable posible, ustedes saben qué dijeron) – y publicando la serie interminable de memes correspondientes.
Creo que es naturaleza humana el especular, creo también que desgraciadamente con las mujeres nos ensañamos en la parte física (caso Madonna); pero en cualquier caso, lo importante en este caso es precisamente lo que no se ve:
La mente maestra que diseñó toda la experiencia.
En 13 minutos cantó 12 de sus hits, se retocó el maquillaje -mención publicitaria de su marca Fenty Beauty- cantó canciones que han sido colaboraciones con otros artistas afroamericanos (En Estados Unidos es el “Black History Month”, un mes de conmemoración de los logros de personas afroamericanas) y dejó en claro que aunque no haya lanzado nuevo material desde 2016, sigue estando vigente en más de una arena.
En aspectos de #branding, aquí están los cinco puntos a destacar de la participación de Rihanna ante una audiencia de más de 100 millones de espectadores.
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